lunes, 19 de marzo de 2012

"Con respirar y sonreír es más que suficiente."


   Después de todo lo pasado y tras una intensa lucha interna que no había terminado aún, se sentó en la arena frente al mar y, por un momento, no pensó más que en lo fácil que eran las cosas y lo difícil que podían volverse en un solo segundo. Porque se dio cuenta de que la vida no deja un respiro, que cambia constantemente nuestra situación, nuestro día a día e incluso a nosotros mismos.
   En el camino de aceptar los cambios, podíamos enfrentarnos a ellos de dos maneras: lamentándonos por los malos tiempos pasados, o sonriendo porque habíamos vivido muchos buenos y debíamos seguir buscando otros tantos todos los días. Ella prefería la segunda opción; era de los que recurría a la sonrisa como medio para todo y, a pesar de las grandes dificultades que había atravesado los últimos meses, le había servido para superar todo tipo de secretos inconfesables que un día decidieron estallarle en la cara.
   No iba a darle más vueltas. Había aprendido que quizás pedir ayuda a tiempo también era una buena forma de superar un problema. Pero ella se había dado cuenta tarde. Aún así, con la sonrisa permanentemente en la cara, sabía que podría con todo, porque ya había podido con demasiado.
   En este momento de su vida, en el que intentaba que ésta volviese a funcionar, no se iba a dejar afectar por más tonterías que las que le hicieran sonreír. Porque había muchas cosas que no merecían la pena y no quería dedicarles tiempo. Además, también había aprendido que, si tú no estás bien, no puedes dedicarte a nadie más que a ti mismo y a solucionar tus problemas. 
   Mientras colocaba sus ideas, decidió que, por el momento, “con respirar y sonreír era más que suficiente”.