Las lágrimas comenzaron a salir tan rápido
como la fuerte lluvia chocaba contra la ventana de aquella habitación. Miraba
para afuera con nostalgia de buenos momentos, previos a una caída en picado. A
veces, queremos evitar tanto que salga todo lo que tenemos dentro, que el día
que nos soltamos a llorar, el alivio resulta infinito.
No pudo evitar acordarse de
muchas cosas, de muchas personas que habían pasado por su vida. Y sobre todo,
de algunas pocas especiales que ya no estaban y que echaba de menos. La
distancia a veces, es la que marca los tiempos. Pasamos de estar un día en el
parque columpiándonos, a columpiar nuestra vida cuando llegamos a la mayoría de
edad.
Se miró al espejo y vio un
calendario reflejado. Hoy era 14 de abril. 14 de abril. Nunca olvidaría esa
fecha. Hacía un año que la suerte la había acompañado hasta límites
insospechados. Un secreto guardado en el cajón de los problemas y que había
desembocado en muchos más que, le gustase o no, habían marcado la dirección de
su vida los últimos meses.
Un año después, parecía que
todo iba volviendo poco a poco a la normalidad. Tras muchas subidas y bajadas y
demasiados golpes, había superado el mayor problema al que se había enfrentado
en su vida. Sabía perfectamente cuáles eran los dos motivos principales que lo
habían causado: esa fecha en el calendario y muchos sentimientos revueltos e inesperados.
Se sentó en el sofá. La
pregunta que se hacía ahora, era si en algún momento de su vida iba a ser capaz
de confesarle a alguien todo por lo que en realidad había pasado. Conociéndose,
sabría que no lo haría, pero que lo único importante, era aceptar las cosas tal
y como vinieran, y que después de un gran golpe, lo único que necesitabas era buena compañía y descansar. Y por supuesto, no dejar de sonreír por grave que hubiese sido el problema.