viernes, 18 de febrero de 2011

Tercera cosa importante: Es lo que tiene sentir y no contar.

  Ella se subió al autobús. Él la vio. Cómo no iba a verla si cada vez que estaba revoloteando a su alrededor el estómago se le encogía, el corazón se le aceleraba y el pulso empezaba a fallarle. Era demasiado esquemático pero, era lo que era y no debía darle demasiadas vueltas. Venía acompañada y, esta vez, no con sus amigas, si no con dos amigos, que se juntaron a otros dos, justo delante de él. Estaba guapa, sus ojos claros y hermosos y su aspecto, reluciente. Parecía que no tenía problemas, parecía que siempre tenía una sonrisa y buenas palabras para todo el mundo. Sabía manejar la situación. Estaba tranquila y charlaba con gusto; le gustaría poder decirle que se sentaran juntos, que tenían que hablar y que tenían mucho tiempo que recuperar. Pero no podía, no sabia cómo hacerlo y, además, era pensar en acercarse y mirarla fijamente, sin nadie de por medio, que le daba miedo, un miedo aterrador. No se sentía capaz de saludarla, porque eso implicaría no saber responder ante su sonrisa; o quizás el miedo que tenía era que a él a lo mejor no le dedicara una sonrisa y eso, quisiera o no, no podría soportarlo. Estaba indeciso y no había nada ni nadie que consiguiera hacer nada para ayudarle. Sabía que ella tendría las palabras perfectas para él, o una sonrisa, o una mirada que le dijera que podía estar tranquilo, que todo saldría bien...pero su maldita cobardía no le permitía ni siquiera imaginarse eso por más de 5 segundos. Cinco segundos que, eran más que suficientes para que sintiera que el corazón le dejaba de latir por unos momentos y su respiración entrecortada le decía que esperara el momento. Pero habían pasado muchos momentos y demasiadas oportunidades y, tarde o temprano, tendría que enfrentarse a la realidad y hacerlo. Pero no sabía cómo, ni cuando. En ese momento, ella se giró y él apartó la vista. No, no se veía capaz. Entonces, el miedo volvió a apoderarse de él, otra vez.
   Ella sonrió y se puso a escuchar música. Dos filas más alante, la cosa no parecía estar mejor. La cabeza le daba demasiadas vueltas. "No deberías preocuparte tanto, lo que tenga que ser, será y no vas a conseguir nada martirizándote así". Pero no era fácil; porque solo ella sabía lo difícil que era desprenderse de él y de cuanto significaba. Nunca había pasado nada pero, después de tantos meses, parecía que no podían vivir el uno sin el otro, que se necesitaban para seguir, que podían entenderse a la perfección y que estaban más unidos de lo que se imaginaban. A la vez, todo le parecía absurdo, nada tenía sentido y no sabía cuál se suponía que era el siguiente paso a seguir. De repente, se dio cuenta de que la canción que estaba escuchando no le gustaba desde hacia tiempo; era demasiado distinta de como veía las cosas ahora; así que, cambio de canción, a una que le gustaba de verdad, que le hacia sentirse bien, pensar con claridad o, mejor aún, no pensar en nada en absoluto. Llegó a la conclusión de que no adelantaría nada pensando de más, si no todo lo contrario. Y en ese momento, sonrío. Se perdió entre las líneas de la autopista mientras alguien, un poco más atrás, la miraba embelesado.
  Es lo que tiene sentir y no contar.

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