domingo, 13 de marzo de 2011

Sexta cosa importante: Darte cuenta de qué es lo que quieres en realidad.

  Dejó su mirada fija en la lejanía mientras el murmullo de la gente le hacía evadirse en sus pensamientos. Había pasado y había mirado. LA había mirado. Parecía que se acababan de ver por primera vez en toda la noche y a la vez parecía que llevaban toda la vida con esa rutina... Porque era como una especia de costumbre que no querían perder. No sabía qué pensar a estas alturas de la historia, pero de lo que sí se había dado cuenta es de que él le importaba, y mucho. Le quería a su lado en los buenos y en los malos momentos. Quería ser ella esa persona especial que consiguiera sacarle una sonrisa en cualquier momento y en cualquier circunstancia, a pesar de esa apariencia seria. Quería su mirada fija, sabiendo que cuando le viera sería para sonreírle y acercarse a darle un beso. Tampoco pedía tanto, pero es que, a veces, ni siquiera ella sabía ya lo que pedía. Porque era mucho tiempo, porque eran muchas cosas y porque era mucha gente la que se había implicado en esta historia. Y sólo había un camino para entenderlo todo. Y se perdía en la angustia de pensar que esa historia se pudiese acabar y cada uno se fuera por su lado. No le apetecía nada pero, no sabía qué hacer.
  20 minutos antes, un móvil unas calles más allá había sonado. “Es un mensaje de Paul.” “¿Y qué quiere?” le preguntó Matt. No podía ser posible, no podía ser verdad. Se le acababa de congelar la sangre y su respiración sonaba un poco entrecortada. Su amigo Matt se quedó sorprendido y le cogió el móvil a la vez que él se lo tendía. En ese mensaje podía leerse claramente: “Acabo de verla. Tan sonriente como siempre. Estaba guapa y parecía contenta. Estuve hablando con ella pero no sabía a dónde iba. Trata de encontrarla y haz algo de una vez anda.” Matt levantó la mirada y le devolvió el móvil. “Tranquilo tío, no te preocupes que todo saldrá bien. A ella le gustas así que tarde o temprano alguno de los dos tendréis que hacer algo”.  No volvió a pensar en otra cosa.
     Varios minutos después, allí estaba ella. Cómo le gustaría poder cogerla de la cintura y darle un tierno beso para ver su sonrisa reluciente.  Sentirla cerca por unos instantes para calmar esa inquietud que le consumía. Y no era tanto lo que él necesitaba, pero era muy difícil ser capaz de pedirlo. Suspiró. De repente, alguien chistó desde un poco más allá, y no pudo contener las ganas de mirar, porque sabía que venía de donde ella estaba. Y no se equivocó. No creía que hubiese sido ella, pero por lo menos, hubo un pequeño cruce de miradas, que le hizo recuperar las ganas. Se fijó en su amigo. Su inseparable amigo. Y le estaba mirando fijamente. Había sido él, de eso estaba seguro. Probablemente le tuviese más fichado de lo que pensaba, pero ya le daba igual. A veces, lo único a lo que aspiraba era a levantarse una mañana, un día cualquiera y, siguiendo la rutina, cogiera el autobús para ir a la universidad, y al llegar, en vez de ir a una mesa distinta de aquella cafetería que todo lo sabía, pudiese ir a la misma en la que estaba ella y susurrarle lo guapa que estaba al oído para, seguidamente, darle un beso de buenos días y saludar a sus amigos. No era muy difícil y a la vez era casi imposible. Pero hay una frase muy famosa que decía  “si quieres, puedes”. Y él, estaba convencido de que, tarde o temprano, podría. Tenía que hacerlo, y lo iba a hacer.
     En ese momento, a su cabeza le vino su imagen. Era especial, y estaba segura de que era lo que quería. De que muchas veces actuaba y hablaba bajo el efecto de su propio miedo pero que, tras esa fachada, tenía muy claro lo que quería, pero solo tenía que ser capaz de reconocérselo.  “Algún día vendrá, estoy segura”. En ese momento, parecía que sus mentes estaban conectadas y, consciente o inconscientemente, sus estómagos empezaron a sentir algo otra vez. Ella, se acordó de aquella famosa frase que dijo Julia Roberts en nothing hill: “Solo soy una chica, delante de un chico, pidiéndole que la quiera”. Y ella lo pedía a gritos, mientras él, quería quererla. “Lo voy a conseguir”. Pensó él, mientras se giraba para verla marcharse entre la multitud. Y no pudo evitar sonreír.

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