domingo, 27 de marzo de 2011

Décima cosa importante: Antes que por nadie, lucha por tí

  Empezó a sonar esa canción. La canción que había marcado unas semanas de su vida, porque se sentía muy identificada con una situación. Había una frase que clavaba cada uno de los sentimientos: ''I'm in the corner, watching you kiss her''.
  Y despertó. Y se dio cuenta, de que en ese momento de su vida, lo que menos necesitaba era fijarse en un chico que no merecía la pena. Una amiga lo había dicho tal y como era: ''No la veo yo muy dispuesta a tener novio''.
  Y era verdad. No estaba dispuesta por la sencilla razón de que nadie se lo merecía, de que nadie se había arriesgado por ella. Miró el paisaje que tenía a su alrededor y le alentó a sacar lo que pensaba, lo que debía pensar. Y es que, se dio cuenta, de que no iba a moverse más, no se iba a arriesgar demasiado. Si alguien quería, tendría que moverse, tendría que luchar por ella y arriesgarlo todo. Porque ella merecía la pena, merecía cada uno de los suspiros que alguien pudiese tener por ella. Tenía que hacerlo él, ella, ya había arriesgado suficiente y había perdido mucho más.
  Estaba feliz por su reflexión, estaba feliz por la sencilla razón de que se había dado cuenta de que, poco a poco, estaba consiguiendo ser como quería ser en cada uno de los ámbitos de su vida. Y nadie iba a pararla. Ella era lo primero y, si aparecía alguien, tendría que encajar con ella, y no cambiar ninguno de sus ideales.
  Quererla tal y como era, pero quererla. Se había acabado eso de ser un triste juguete. Pensó, que nunca debíamos vernos como una opción. Que o luchábamos a muerte por ser lo único, o si no, había que abandonar esa batalla. Se había acostumbrado demasiado a estar sola y no iba a ser tan fácil cambiarle de parecer.
  Con una sonrisa, cogió su bolso, su gorro, su revista de moda y sus cascos, y se fue a dar un paseo con su vestido nuevo. Iba a disfrutar de una buena comida en compañía de gente que se había ganado su lugar. Le gustaba lo que había conseguido.
  Cogió el tren, se sentó, se puso los cascos y se dispuso a disfrutar de la revista cuando, al mirar al frente, vio una gran sonrisa y una mirada intensa que se alegraba de verla. Era un nuevo amigo, el tiempo diría si algo más.
  Le invitó a sentarse a su lado y a pasar un entretenido viaje juntos. Tenía que reconocer que se estaba ganando su lugar. Sonrió porque la vida siempre tenía buenas sorpresas para darnos, y ella, estaba abierta a cualquier posibilidad y sorpresa que quisiera traerle.

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